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domingo, 6 de abril de 2008

LA FABULA DE LA SOLEDAD


El sábado 5 de abril, siendo las 02:00 am se perdía en la noche de lujuria y compases, de encuentros clandestinos y roces sensuales, refrescaba en la calle, y eso ayuda a que los cuerpos se junten hasta perforarse uno con uno, denotaba ello en mi ventana semi abierta y la corriente de viento se propagaba viajando por las paredes altas de mi habitación, para se airé un poco este espacio de 3 x 4, de medidas estándar como bien se sabe, y corra así, el humo, que se disipe la locura, había comprado 4 botellas de cerveza de litro con la idea de ponerme bajo llave para delimitar mis sentidos y los usos de las palabras, para emborracharme y olvidarme que simplemente no había nada mas que ello en ese momento. La soledad pernoctaba en el sofá rectangular diseñado ya hace un par de años que posaba perpendicular a mi lado, intentando tejer una conversación intangible. El teléfono celular cantaba de vez en cuando, eran ellas, en versión mensaje de texto, las mujeres-relámpago, que deseaban recorrer alguna que otra parte de mi ente, estaban carentes de emociones y de sensaciones que quizás yo podría dárselas, o yo mismo me sentía de esa forma, lleno de insatisfacciones, siempre he sido un buen amante, o por lo menos jamás he recibido alguna queja, bueno que hombre las acepta en ese aspecto, también, ellas que saben cuando uno esta predispuesto a romper la cama y trepar muros con deseos infinitos de contracciones infinitas de caderas, eran las mismas de siempre, donde los cambios se figuraban solo en la ropa interior de encajes y colores que tenían en ese momento, pretendían ilustrar en mi mente y en mi hambre animal, para abarrotarme de ansiedad, y atraparme en un momento de baja de guardia seduciéndome con un orgasmo inexistente, e intentar ingresar en mi mundo de magia y fábulas, por supuesto nunca contestaba esos mensajes. No por falta de ganas. Me gusta el sexo y no lo niego, a quien no? pero me gusta más el amor. Grave error contemporáneo mío donde hoy en día ya no se figuran mas este tipo de prospectos colectivos, si esto es un todos contra todos, o simplemente mis elecciones nunca fueron las correctas, dicen por ahí que un clavo quita otro clavo, en mi caso creo que necesito una ferretería. Había un búho (había porque luego abalancé toda mi furia sobre el hasta hacerlo añicos) que posaba debajo del monitor LSD DELL de 19 pulgadas, al lado del diccionario de italiano que lo había utilizado la noche anterior en una traducción para el trabajo matutino, de base un blindex transparente, un estuche de vinilo de Silvio Rodríguez y la cedula tributaria, del otro extremo una calcomanía sin pegar de que Viajen Ellos, todo debajo del vidrio, la mesa era una obra de arte, de autor: Toranzos; de hierro y de color azul, que justamente era el color dominante en todo el estudio, el espacio contiguo era mi aposento, ya de medidas mas amplias de unos 5 x 5 donde yacía el colchón del somier en el piso sobre a la alfombra gris oscura que imponía la circulacion, donde se consumía el color negro de la noche, como los muebles minimalistas en su perímetro y fotografías en blanco y negro, cuadros grandes del mismo tono, de veladores auténticos que deformaban a la luz para hacerla propia, así como una que otra escultura oriental, que había ido a conseguir en las ferias de pulgas de los domingos a la mañana en calle palma, como muchas obras de artes mas dentro de mi vida, si soy amante del arte y de las catedrales góticas. Volviendo al estudio la cámara Web estaba desconectada, hace tiempo estaba desconectada, la alfombra azul delimitaba el espacio bien distribuido que se perdía en libros de literatura, filosofía y política empolvados, junto a miles de folletos de arte y de fotografía contemporánea, de libros de Van Gogh y Neruda, de bocetos arquitectónicos y perspectivas digitalizadas. La cámara fotográfica estaba envuelta en su estuche gris hielo con el teledirigido mirándome fijamente, me dieron ganas de fotografiarme muerto, recordé que hace tiempo que no salía a cazar almas a robármelas de sus entes en la ordinariedad del día y noche, de esta ciudad, o de alguna otra, de congelar esos momentos que solo yo los puedo fijar y que son tan hermosos que nadie se da cuenta.
Encendí un incienso de jazmín, al mismo tiempo un cigarrillo, y así como también 2 velas de extraña forma, pensaba usarlas en una ocasión especial, supuse que era ese el momento, las velas luchaban por mantener su fuego en una riña empedernida con el viento otoñal, prepare el ambiente, me dispuse a poner un poco de blues como sonido dominante, casi en silencio como si el volumen no pudiese dar mas que eso, estaba ebrio a la primera botella, sentía esa necesidad de bailar, y baile y baile dentro del cubo espacial del micro cosmos que se imponía en esa misma situación, fue protagonista en segundos la euforia, estaba solo, y lo sabia, sabia que la soledad se convertiría en una gran araña de patas metálicas que bajaría del techo para devorarme sin tregua y que me trasladaría al giro de mis ojos sin orbitas ni trayectos cercenándome cada parte de mi cuerpo como esa mujer de ojos limón que decidió ir por otro camino, estalle en una poción de violencia, me convertí en un hombre violento por segundos entrecortados Salí a la calle en busca de algún contrario humano de nivel que quizás sintiese lo mismo que yo, no importaba lastimarme en ese momento porque en si ya estaba lastimado y a veces las heridas físicas contribuyen a relegar las heridas internas me senté sobre un peldaño que bailaba solo, en una esquina premeditada, el tiempo se detenía como el faro de la columna abrazada con afiches políticos, tenia tanta rabia contenida que empecé a dañarme a mi mismo.

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