Fija, me dijo que no era de su gusto mi nuevo reloj diario, cambiar al viejo Casio deportivo negro que le hizo el amor en las primeras noches con encanto, con rabia, con amor, que sudo sin reparo bajo su sabana con lo efímero del placer que dura una eternidad en tu mente. La mire atento, posaba el Stuhrling suizo, clásico, en la muñeca izquierda bajo el listón rojo y 7 deseos. Para ella era feo. Para mi contemplación. No paso mucho tiempo en el que el reloj permanezca y ella no.
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