Insipiente la noche
de Julio, en aquella vieja ladera acumulada de sueños y bolsas de arena,
incrustadas con olor a humo, en ellas, las desavenencias y el desamparo, latentes recuerdos, en manos que la fajaban
sin augurio, el tramo al infierno iinterior. Disipado el humo en sus ojos, Assan, había prometido aquella fecha, donde a medio pan de ayer , desvaneciéndose en la mesa de madera desteñida
y casi vacía, esa, que empotrada al suelo
de tierra, árida y crujiente, bajo la
luz tenue de una vela que simulaba ser una caldera imaginaria, ante el frio
febril que circulaba en el aire espeso del único dormitorio seguro, había hecho
esa promesa, en un caudal de lagrimas
desde afuera para adentro, como el Humo ese del carajo, las lagrimas
viajaban por su sangre en sus venas,
donde contiguos sus músculos se contraían en acciones dispersas y paralelas de todo su sistema
nervioso, esa electricidad tan vil, que erizaba la piel y denotaba su espíritu raquítico,
sentía ese viejo rencor del olvido, succionaba cada palabra desde la boca al
corazón martillándose los argumentos, con los ojos de color fuego que mantenía la
sinfonía del destello de las detonaciones de afuera, en la calle lejana, el miedo ya no se rendía, adentro el olvido cercano, era perderlo todo, y si acaso
esa vela perdiese esa luminosidad que lo
mantenía vivo en otro circuito, sucumbía. Sabía que los metros lo salvaban o quizás lo
matarían, que otros como el estaban perdidos y solos.
Las ventanas estaban cerradas por dentro,
amotinando el polvo y la fe, ya había olvidado el sol de ayer mientras
catalogaba en su mente los primeros años de Rhan, y repetía, -El no - , No lo permitiría.
Rhan se encontraba esa noche
a 5 pasos hombre de él, que en segundos durante la noche , cuando dormitaba del
cansancio se bifurcaba en un gran embudo que lo alejaba hasta perderlo de
vista., Rhan saltaba encima de una inscripción hecha con un palo de madera en
el suelo-piso, era su único juguete desde hace varios meses, desde que perdió
todo al resonar esa alarma que vaticinaba el fin de muchas velas, desde que
estallo la intolerancia y la ceguera, lo tomaba como parte de su cuerpo, lo
revoloteaba por los aires ambientando el espacio con zumbidos que intentaban
ser risas, a pesar de todo Rhan seguía siendo un niño de 7 años con las tez
tosca y salpicada de hombre, pero con un corazón simplificado y el decoro de un
infante que ama sin muchos reclamos , como
alguna vez, todos los seres humanos hemos sentido – pensaba.
Al llegar a la mitad de esa noche Rhan, ya con
pocas energías se acerca a su padre para
hacer la plegaria y acostarse a descansar,
Assan no lo hacía desde hace un
par de noches aunque a veces conversaba con el mismo para no fenecer en
la necesidad de no encontrarse con la nada, en el fondo sabía que había siempre
algo. Quedo dormido apoyando la cabeza sobre su muslo, acurrucado como si se
colocase un caparazón que fungía a ser una sucia manta que había tejido su
abuela unos km mas al sur, hace unas décadas, que ya no existía. Assan lo acariciaba con ternura y en
milímetros con dureza, mientras dibujaba en
la sien un punto imaginario y un trayecto ilusorio, se erguía un puente
de trazos imperfectos, puente que al cruzar te aceptaba con la sombra de un
árbol que lleno de frutos invitaba un manjar exquisito, visualizaba detrás de
el, una ciudad llena de flores y mantos coloridos, que reflejaban el cielo
profundo y amable, ahí llena de personas sonrientes, que se pasaban la mano
mientras caminaban en varias direcciones, encontradas y contando historias
ancestrales, una mezcla de pasado presente y futuro, una mezcla que lo hacia sonreír
de alegría en aquel cuarto con luz tenue. Recordó en el medio de la ciudad aquel sendero rocoso donde
iba con su pequeño hermano, hoy ausente, a buscar fósiles de animales para
imaginarlos rearmarse en medio de cada tarde y compartir el tiempo entrelazado
en una maraña de vidas sin vidas. Al pasarlo encontró el Puerto y las barcazas que bailaban con el
mar insipiente, el sonido de los buques que llegaban vaticinando el aire nuevo
y las nuevas noticias del otro lado, vislumbro a Rhan en la barandilla de el
“El Navegante” en el ala izquierda por donde salía el Sol, Rhan sonreía con
locura, y en sus ojos se reflejaba el cielo infinito y azul, mientras la ventisca
bailaba con sus cabellos lacios enredándolo con los sentidos de la libertad. –
Le pregunto que sentía
-Padre, cuando sea hombre
quiero ser como tu.
Assan alzo la cabeza
y sonrió como lo hizo Rhan, siguiéndolo como la hacia en cada mañana desde que
llego a su vida, aquella tarde del 2009 y que la mano divina lo lleno de
esperanza y al mismo tiempo le quito ese pedacito de alma que lo llevaba.
Emprendieron juntos las aguas profundas ambos tomados de la mano, sin
nostalgias más que las que se entrelazaban con sus dedos, El, estaba tan feliz.
El ruido de las aguas abrazando el buque era música, mas a babor las risas y
las anécdotas futuras eran un deleite para la esperanza y los nuevos inicios,
eran esos nuevos nacimientos de los nacidos. Rhan corría, escuchaba y sonreía.
Estaba en el movimiento de la libertad primera, del propio ser humano, EL, ya era feliz enteramente. La cabeza de
Assan hizo un movimiento brusco hacia atrás, y el sonido estremecedor profano
aquel sueño y la luz tenue de aquella
vela, con aquella llama, ceso para siempre
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