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jueves, 14 de febrero de 2008

ENSAYO. LOS PARAGUAYOS PARA EL FILM DEL MISMO NOMBRE, festival internaciona de cine.asuncion 2007

YVY MARANE’Y REJAVO”
EN BUSCA DE LA TIERRA SIN MAL

El sonido de su tierra trasciende la prodiga naturaleza risueña y de nostalgia, quizás preña sus rasgos impacientes de bosque que huye cesante, cansado, rozando las palabras, transmitiéndolas a través de una literatura oral fundamental: su lenguaje, su música, su danza y sus rituales que esquivan la evolución como su raza misma. Principios quizás fundamentales para la aproximación límpida de un inicio o algún final. La perseverancia de los lazos pluriculturales y la vigencia de su bilingüismo como su contrastante actitud y fiel arraigo, lo mantienen en la plenitud constante.
Los guaraníes asignaban su “Ñande tekoha” -el lugar donde somos lo que somos- el paraguayo es lo que es en su tierra, lanza las redes de su historia apropiándose de su contenido. Su modo de ser es la trama que sigue la esencia del ser humano, de su actuación sobre la tierra y el sentido de su existencia.
El ñe’e o palabra individual se concentra en la historia divina de la creación en el mundo guarani, una etnohistoria de sentimiento, de pertenencia, la lengua como elemento de identidad y aislamiento se mantiene en la cosmovisión popular dentro de sus profesantes hasta hoy día.
A pesar del camino trillado, la rebelde grandeza de su historia, se reinicia en el interior de cada paraguayo sea cual fuese su lugar atemporal. Quizás alimentada por la utopía de creer en un grado suplementario de libertad y gracia, de fervor y añoranza, de ese pequeño toque nativo que nos une con la conciencia guaraní: la esperanza por el pasado y la esperanza por el futuro, olvido del presente, que llega hasta unos límites corpóreos incandescentes y tiende a finalizar en una realidad donde los alcances perceptivos se evocan en lo más hondos gestos impredecibles. Implica una catalogación momentánea de su lugar en el mundo, su escenario como latinoamericano, apoyado en la plataforma que establece símbolos y normas tan espontáneos como tradicionales, una conciencia colectiva de obediencia y servilismo, un vasallaje tanto económico como político, quizás para ganar la adaptación servil, que es para muchos la salvación. La opresión ocurrida durante el periodo de 1954-1989 fue quizás la época de adormecimiento de la mente del paraguayo, simulando ser participe de un estado oligárquico y autoritario, con armas en mano e inventando un terrorismo intelectual que fundamentó el éxodo de manifiestos individuos hacia el exterior. El resurgimiento de la libertad contribuyó al rigor de un paso a la modernidad sin contar con revolución industrial, a un paso lento y casi imperceptible.
El paraguayo vive en sus pensamientos, vive y convive dentro de ellos sin afrontar una realidad única, vive la esperanza de un paraíso reinventado, convive con la desesperanza de los atentados políticos presentes, que dan pábulo para rebuscar un Mesías o Salvador, la solidaridad disfrazada, la solidaridad espontánea, la decepción, el amor, la familia, su ruptura resistente, la pujante migración obligada hacia tierras nuevas, en busca del bien económico, y la creación de colonias lejos de la esencia que nos unen sin parentescos, solo por el hecho de ser paraguayos. Sea cual fuese su lugar, su aislamiento como su expansión dependiente es la aguja que hila tácitamente sus vínculos.
Desde sus ímpetus por redireccionar palabras (mensajear, llavear) y significados hasta el de crear espacios multiformes (bajo un arbol, una vereda) el lapso de un segundo al otro se convierte en un ente compartido Y prolongado, las incesantes rondas de tereré, el de estar en el tiempo, quizás la amistad del estar “nomás ” es quizás la expresión nata de la poesía del movimiento suspendido en sus imágenes cotidianas, de la chipera a la burrerita, del campesino al oficinista y del ser urbano que intenta convivir en ciudades sin rascacielos.
La mujer apasionada es su bastión más afanoso, quizás comparativa con el Mburukuyá -flor Pasionaria, la flor nacional de la República- verdadera reina de esta selva milenaria que imparte las condiciones generalizadas en islotes de identidad y cría hijos de oficio, vierte el valor y la resistencia sin dejar de lado la exquisitez de una dama en sus mas amplios sentidos rebuscados. Su lugar en la sociedad paraguaya ha marcado una línea de amplias transformaciones, no solo en el área rural y urbana, sino hoy día, en el exterior, mediante las migraciones masivas de las mujeres paraguayas que postulan una nueva etapa dentro del marco cultural-social a un mediano y largo plazo dentro de la sociedad.
Paraguay es quizás el lugar en el Universo donde Mbo’y –ritual- es parte de todos sus ciudadanos en un instante del día, para mestizos y guaraníes, para originarios como extranjeros, los sueños tienen su vivencia propia, porque el paraguayo vive soñando con una vida mejor.
Todos los originarios de esta tierra tendemos a ser un Ireneo Balbuena, una Eugenia Acosta o una Tuni Chilavert, es la magia transparente que recorre los pulmones de cada uno de ellos, viajando sin tregua y recorriendo sus sentidos hasta consumir otros, es el aire que nos impone la misma esencia de ser paraguayos. Es una Tierra generosa de tantos espíritus hambrientos de crítica, de tantos espíritus hambrientos de expresiones nuevas y caracteres renovados, sin olvidar sus raíces y sus manías de pueblo como resignado a ser heroico.
“Los paraguayos” suscita ese paseo mediterráneo de sensaciones, de aspiraciones y comprensiones, de defectos y virtudes. Es el paseo en la búsqueda de la tierra sin mal.

“Por la tierra sin mal,
Por ella, que es pensamiento, dignidad, fuerza,
Por ella, por quien vale la pena vivir y morir, porque encierra el pasado, el presente y el porvenir soñado de los paraguayos.”

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