ENSAYOS + POESIAS + CUENTOS + Anecdotas
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domingo, 28 de agosto de 2016
miércoles, 22 de junio de 2016
Chaco Sediento
Alla en tu tierra rojiza infernal,
ahi donde estan ellos,
alla donde la brisa es su manantial
alla donde secan bajo
un sol monumental, es ahi donde
indiferencia hereje, dejo en ti
la muerte sideral.
Alla donde no hablan y el silencio
es un triste final, ahi donde dejamos
que ellos, viajen a la eternidad..
ahi donde estan ellos,
alla donde la brisa es su manantial
alla donde secan bajo
un sol monumental, es ahi donde
indiferencia hereje, dejo en ti
la muerte sideral.
Alla donde no hablan y el silencio
es un triste final, ahi donde dejamos
que ellos, viajen a la eternidad..
VEz
Aun ahi en la madriguera de tu razón,
imitando la explosión,
Vas descargando el vacío vil
de tu corazón...
Irradia la intención del mal
tanto la expande como un mar,
que después con los ojos ve
su propio final...
Arde por dentro sin celofan
se quema a fuego lento,
como un ser fantasmal.
imitando la explosión,
Vas descargando el vacío vil
de tu corazón...
Irradia la intención del mal
tanto la expande como un mar,
que después con los ojos ve
su propio final...
Arde por dentro sin celofan
se quema a fuego lento,
como un ser fantasmal.
lunes, 21 de marzo de 2016
Los eras
Pacto con el sol, en quijada , fugaz
Paso a paso hacia adelante del abismo
Maquillado con la sonrisa de la sombras,
con una aire de ondas podridas y secuencias
hondas..
A cada centímetro un recuerdo de que Era,
ataja mi esqueleto como la lengua que
vocifera al final de la mesa..
Voy por la calle haciéndola estrecha
voy siempre a punto de encender esa mecha,
que quizás bajo el árbol me lastima la nostalgia,
quizás Era que se hizo arena en el manantial
de su panza.
Y me lanzo al vacio del inicio, total ya era,
y me derrama la poción del veneno quimera.
Paso a paso hacia adelante del abismo
Maquillado con la sonrisa de la sombras,
con una aire de ondas podridas y secuencias
hondas..
A cada centímetro un recuerdo de que Era,
ataja mi esqueleto como la lengua que
vocifera al final de la mesa..
Voy por la calle haciéndola estrecha
voy siempre a punto de encender esa mecha,
que quizás bajo el árbol me lastima la nostalgia,
quizás Era que se hizo arena en el manantial
de su panza.
Y me lanzo al vacio del inicio, total ya era,
y me derrama la poción del veneno quimera.
viernes, 15 de enero de 2016
el Inicio
sos la parte mas alta de mi nocion,
sos la luna llena que me alimenta de pasion
sos el momento infinito de mi razon
sos Pia, la posion perfecta de amor.
sos la que con muros construye
una funcion, ser tu padre y madre
es la mejor pasion
sos el alimento de una gran sensacion
la que arde cada mañana y noche sin control
sos mis brazos y los caminos, que sin mimos
nos trazamos con amor.
sos la luna llena que me alimenta de pasion
sos el momento infinito de mi razon
sos Pia, la posion perfecta de amor.
sos la que con muros construye
una funcion, ser tu padre y madre
es la mejor pasion
sos el alimento de una gran sensacion
la que arde cada mañana y noche sin control
sos mis brazos y los caminos, que sin mimos
nos trazamos con amor.
viernes, 25 de septiembre de 2015
El Ake invertido. - Cronica UNA akapete
-Ake, atendena que no nadie te vea
- epicaa pue
Las
sombras descansaban inertes sobre el asfalto con olor a azufre, el viento tosco
del norte se deslizaba con cadenas
arrastradas en tus iras deseosas de venganza, la calle aun con perezosos caminantes, iba arropando a gotas, la nostalgia de aquella mano que tomabas soñando, levantando el puño de la
desobediencia, llevando la bandera contra en del sistema que incrustado en el
pecho, te imponen todos los días de tu vida. Muchos caminos llevan a un mismo
sitio, muchas voces hacen una canción un himno, y todos aquellos sueños
acumulados hostigados por la misma frecuencia que titila bajo la corrupción de
no solo 50.000 cabezas, el numero que devora el sistema somos todos, cada uno lleva una marca, un
lugar, una etiqueta, y en cada metro
cuadrado de esta tierra roja como el alma juvenil, esa que arde con pasión y
desencanto, frente al espejo de lo que
no quiere verse como una parte mas, aquella
que quema la mirada del corrupto que
intenta desviar la vista, que traga voraz y descontrolado del peculio,
ese que al ruin lo hace señor , y que vita a cambio de lealtad desleal a sus peones.
Hoy
las sombras ya no descansan inertes
sobre el asfalto con olor a azufre, el viento tosco del norte ya no trae
cadenas, y en la calle hay ausencia de perezosos caminantes, a cambio hay
gallardos pechos que sudados y hambrientos de espíritu, le dan la espalda al
sistema que nos uso sin piedad como sus
putas durante 135 años.
Así
como la situación de la UNA , son los que imparten justicia, son ministerios, municipalidades, gobernaciones,
institutos, ong’s , El Congreso y absolutamente todo lo que venga del Sistema que nos obligan a seguir
y ser parte del circulo disoluto que trabaja gracias a la pasividad de una
sociedad permisiva.
Hoy, en la UNA , el deseo se hace acción
, y con quimeras y nostalgias, funde a
hierro encendido, como el
bastión, que si los paraguayos queremos
realmente un mejor país, para nuestros hijos, para nuestra vejez, para nuestro
estar vivos, deberá multiplicarse
extensivamente hacia la corporación que la mantiene en pie . Ellos ya lo saben. y ya recibieron la primera akapete. Vos debes darle la segunda.
-Ake,
ya vienen, Apaga
la Luz
#UNAnosecalla
jueves, 24 de septiembre de 2015
sábado, 19 de septiembre de 2015
5
Hay naturaleza muerta en el gesto de tu risa,
Paseo por ese vació
lleno, que eriza, y tu con la
la piel camaleón , como
trizas, el tiempo calla
hasta que hipnotiza
Es esa frontera
inútil de los vestidos puestos,
Y aun con tu cuerpo que denuda el pretexto,
Para ti va este texto,
aun con la presencia del
enorme pájaro transparente que te cobra
las gabelas de antes , de infieles
pies que te llenan aire..
Ese que te surca sobre
el pecho, antes de tu risa,
De naturaleza muerta y tus ojos que hechizan.
5
viernes, 18 de septiembre de 2015
Lo kachiai de Hoy
Los paraguayos no aprendemos de la Historia. No quiero
hablar de ella, aun porque la verdad que no sirve de mucho , desde atrás para
adelante, en una sociedad kachiai, doble
filo y ñembotavy, esa cronología no sirve. Lo sabes nio. Pero que entendemos por Cronología? del
griego chronos, 'tiempo' y logos, 'estudio' es la ciencia determinada cuya
finalidad es determinar el orden temporal de los acontecimientos históricos.
Pero de que Acontecimientos Históricos hablamos en Paraguay? Nosotros no somos Históricos, nuestro rango de memoria se
limita a un par de meses e inclusive días, donde mueren lánguidamente un
conjunto de sentimientos superficiales, como gusanos esparcidos en la carne de algún perro asesinado en acceso sur,
visible para algunos pero olvidado por todos, opacandose unos a otros, pisando sus cabezas sin pies y manteando sin manos, sobreviviendo en el ciclo de la
vida , arrimarndose al frio oscuro de una caverna llena de cuadros sin luces, sin
que el arte sea expuesto, sea manifiesto, sea vivo, aun en la linea inerte de la vida misma.
Despreciamos la experiencia anterior sea , preterito perfecto
compuesto, preterito imperfecto, pretérito pluscuamperfecto,
preterito simple … pasado.. pasado, no es un factor leal en
nuestros corazones, no es un catalizador de explosiones y acciones directas.
Son solo momentáneas, como la pequeña sonrisa de la cajera del banco, fría y útil mientras te entrega la plata. Y la tuya también .
Pero como no hablar de Historia! !!! Hace 30 años las movilizaciones fueron esporádicas, el Decano
de una facultad ya tenia en su bazar grandes denuncias de Corrupción en el 2001 y 2005, cuando todavía no boludeabas
tanto con el Teléfono y el Whatsapp no existia, Cuando la transición a la
Democracia todavía parecía eso y uno un todos contra todos, cuanto todavía estábamos juntos unos con otros y no sabíamos que el destino nos alejaría para siempre por medio de la muerte. Pasaron 10 años de aquel mes de tumulto y movilizaciones que condenaban a lo que hoy es Rector, increíble no? No por los 10 años sino por,
como demonios llego a ser Rector!!!?. En esos 10 años se desvanecieron la
memoria y los corazones de muchos. Incluyendo los míos. Solo espero que hoy,
2015 el caída al abismo tarde un poco mas.
Cito unas palabras de un gran genio, Don Helio Vera “La modernidad es incompatible con el imperio
de lo kachiai. Son términos antinomicos. Ambos no pueden convivir en el mismo
espacio, porque se excluyen mutuamente. Aquella es una amenaza extranjerizante
que, como el coludo cometa Halley, aparece cada cierto tiempo sobre Paraguay. Por
eso se anuncia con bombos y platillos, se acompañan sus pasos con radares y
telescopios, se celebra con himnos, banquetes y festivales, DESPUES, claro
esta, se va, dejando una estela blanquecinaque
se desvanece en la tenaz oscuridad de la estratosfera. ES que ambos – lo kachiai
y lo moderno. No pueden convivir dentro del mismo territorio y su relación sera regida siempre por la hostilidad. Donde avance uno, el otro retrocederá. Pero
en el conflicto, el kachiaissimo llevara las de ganar, por su larga experiencia
en tintas y tretas, en trampas y disfraces”
Yo quiero Halley permanentes.
martes, 28 de julio de 2015
Sofisticada Soledad (relato completo)
SOFISTICADA SOLEDAD.
Librería con olor a viejo, titila el hábito
cortesano de sus invitados, colados, como el fluorescente del cartel de la
calle, que caía muerto, que ironía, era un julio frió, donde la gente usaba la
única campera gruesa de corderoy comprada en verano, en alguna liquidación de
shopping Asunceno, tal vez para algún viaje hacia el sur que nunca tuvo salida,
o simplemente para rellenar esos espacios vacíos de ropero y profesar a tener
más. La calle era de todos, volaban
estáticas bufandas prolongadas, multicolores y pavorosamente gruesas que
formaban parte del cuerpo trepadas como serpientes vivas. Ingrese tácito como
siempre a la Librería, en realidad siempre ingresaba como fantasma a las
tiendas y lugares públicos, espiando y jugando a ser espiado, mis pasos eran
consecuentes y parecía siempre saber hacia dónde iba, cuando en realidad, era
que me encontraba perdido desde el cruce de los detectores antirrobo y guardias
de seguridad.
Escondida entre las paginas amarillentas de los libros de compra-venta posaba como estorbo, María, una chica risueña y fina, de cabello castaño y lacio, que leía a García Márquez en la misma plaza a la misma hora todos los santos días, y en los endemoniados también. Sobre ella posaban pósters de ediciones de la década del 50, alguna que otra foto ya despintada de algún héroe de guerra, frases fanáticas de lectura, y sus consecuencias, acompañadas por caricaturas de escritores latinoamericanos que nadie conocía por rostro. Vestía formalmente y de colores oscuros, cualquiera diría que era fanática de alguna de esas iglesias llena de tarados esquizofrénicos que ven un punto en el cielo y en masa se prenden fuego y no era lo suyo Cosmopolitan. La Pose del librero, era un hombre anciano que propagaba aroma a polilla y masajeaba una esfera de goma amarilla que lo ayudaba a circular la sangre por su ya desbastado cuerpo bizantino, bueno a todos nos tocara. Era pétrea. Solía darme cuenta de cómo miraba a María, con desconfianza y de reojo, con placer y sometimiento. Sentía celos y los libros se convertían en armas letales, en mi cabeza. María rozaba sus manos buscando encontrar la energía de los libros sin descubrir sus palabras impregnadas, olía siempre a libros y a papel de arroz, exquisita, de una mirada tiernamente conmovida por la última novela de amor que posaba todavía en su cama de sabanas blancas y ositos de peluche, quizás su única compañía desde hacía ya muchas noches, pensaba. Sus movimientos parecían practicados y perfeccionados, desde el de sus dedos finos como agujas hilando las hojas de pergamino, hasta el de sus pies que jugaban al tobogán subiendo y bajando, con un estruendo aparatoso del cartílago del tobillo, le producía cierta satisfacción, se notaba que era el único deporte que practicaba.
Yo parado, detrás del escaparate con la misma revista de ayer, intimidado por los libros gruesos y discos de vinilo que ni el más sordo de los hombres escucharía, no porque eran de malos autores o por su contenido, sino porque su calidad se había diluido en el tiempo de revoluciones tecnológicas, tenía el mp3 encendido en el bolsillo que gritaba su presencia entre mi pulóver azul marino y mi bufanda negra, repitiendo el eco de la melodía del chill out retorcida con tango y blues, y el eufonía se dirigía a María, sin medida.
Solía ocurrirme que siempre parado allí, en ese metro cuadrado perpetuo, “sonaba” el teléfono móvil agitándose entre mis piernas, siempre a la misma hora, siempre la misma voz, y siempre la misma respuesta, el mismo tono, el mismo buzón de voz. No contestaba por temor a encontrar la atención de María, era feliz en esos 15 minutos de transparencia, disfrutándola. Además que era caer en un recurso fácil para que me observe, aunque siempre se me batían los músculos del muslo y era una sensación desagradable para la ocasión y el momento mágico. En momentos solíamos cruzarnos la mirada, y mi corazón se aceleraba como pique en pistas clandestinas y no solía frenar en las curvas, quedaba perplejo y anonadado, encantado, desviaba la mirada hacia la misma revista de ayer, tan aburrida tan desapercibida y volvía al punto de partida. Conquistaba las pocas palabras que asimilaba dibujando con los ojos la figura de María, su rostro sus manos sus pies. Como un ñandutí azul tejía mariposas alrededor de ella, la hacía flotar de entre los libros y recordaba el mar que yacía desde hace tiempo en mis recuerdos y que absorbía el invierno aparente de la calle trasladándome a alguna playa paradisíaca del Pacifico, tomados de la mano, María y yo. Despertaba con el chasquido amorfito del librero, y con los ojos para adentro discrepaba el hecho de hacerlo de esa manera, y cazaba con la mirada todo el perímetro de la librería, cuando denotaba el Plas! de la puerta de ingreso. Y la ausencia de Maria.
Escondida entre las paginas amarillentas de los libros de compra-venta posaba como estorbo, María, una chica risueña y fina, de cabello castaño y lacio, que leía a García Márquez en la misma plaza a la misma hora todos los santos días, y en los endemoniados también. Sobre ella posaban pósters de ediciones de la década del 50, alguna que otra foto ya despintada de algún héroe de guerra, frases fanáticas de lectura, y sus consecuencias, acompañadas por caricaturas de escritores latinoamericanos que nadie conocía por rostro. Vestía formalmente y de colores oscuros, cualquiera diría que era fanática de alguna de esas iglesias llena de tarados esquizofrénicos que ven un punto en el cielo y en masa se prenden fuego y no era lo suyo Cosmopolitan. La Pose del librero, era un hombre anciano que propagaba aroma a polilla y masajeaba una esfera de goma amarilla que lo ayudaba a circular la sangre por su ya desbastado cuerpo bizantino, bueno a todos nos tocara. Era pétrea. Solía darme cuenta de cómo miraba a María, con desconfianza y de reojo, con placer y sometimiento. Sentía celos y los libros se convertían en armas letales, en mi cabeza. María rozaba sus manos buscando encontrar la energía de los libros sin descubrir sus palabras impregnadas, olía siempre a libros y a papel de arroz, exquisita, de una mirada tiernamente conmovida por la última novela de amor que posaba todavía en su cama de sabanas blancas y ositos de peluche, quizás su única compañía desde hacía ya muchas noches, pensaba. Sus movimientos parecían practicados y perfeccionados, desde el de sus dedos finos como agujas hilando las hojas de pergamino, hasta el de sus pies que jugaban al tobogán subiendo y bajando, con un estruendo aparatoso del cartílago del tobillo, le producía cierta satisfacción, se notaba que era el único deporte que practicaba.
Yo parado, detrás del escaparate con la misma revista de ayer, intimidado por los libros gruesos y discos de vinilo que ni el más sordo de los hombres escucharía, no porque eran de malos autores o por su contenido, sino porque su calidad se había diluido en el tiempo de revoluciones tecnológicas, tenía el mp3 encendido en el bolsillo que gritaba su presencia entre mi pulóver azul marino y mi bufanda negra, repitiendo el eco de la melodía del chill out retorcida con tango y blues, y el eufonía se dirigía a María, sin medida.
Solía ocurrirme que siempre parado allí, en ese metro cuadrado perpetuo, “sonaba” el teléfono móvil agitándose entre mis piernas, siempre a la misma hora, siempre la misma voz, y siempre la misma respuesta, el mismo tono, el mismo buzón de voz. No contestaba por temor a encontrar la atención de María, era feliz en esos 15 minutos de transparencia, disfrutándola. Además que era caer en un recurso fácil para que me observe, aunque siempre se me batían los músculos del muslo y era una sensación desagradable para la ocasión y el momento mágico. En momentos solíamos cruzarnos la mirada, y mi corazón se aceleraba como pique en pistas clandestinas y no solía frenar en las curvas, quedaba perplejo y anonadado, encantado, desviaba la mirada hacia la misma revista de ayer, tan aburrida tan desapercibida y volvía al punto de partida. Conquistaba las pocas palabras que asimilaba dibujando con los ojos la figura de María, su rostro sus manos sus pies. Como un ñandutí azul tejía mariposas alrededor de ella, la hacía flotar de entre los libros y recordaba el mar que yacía desde hace tiempo en mis recuerdos y que absorbía el invierno aparente de la calle trasladándome a alguna playa paradisíaca del Pacifico, tomados de la mano, María y yo. Despertaba con el chasquido amorfito del librero, y con los ojos para adentro discrepaba el hecho de hacerlo de esa manera, y cazaba con la mirada todo el perímetro de la librería, cuando denotaba el Plas! de la puerta de ingreso. Y la ausencia de Maria.
PARTE II
En uno de esos días tropecé con el anciano en
su búsqueda, y este, aulló al presionar los dedos de sus pies con mis zapatos
de gamuza beige como las paredes de la librería, obviamente quede a palmearlo
por la espalda mientras arremetía contra mí mismo por ser partícipe de ese
accidente, en voz alta tratando de humillarme para que el librero quede
satisfecho, pero en el fondo no importaba mucho ni el pie del anciano y mucho
menos humillarme repitiendo que tonto soy. Salía buscando su aire, ya sin
esperanzas de encontrarla en la playa que se volvió calle, respiraba al
invierno, confuso y sutil. Fui caminando tomando el camino más largo a casa,
imaginándome su rostro en cada faro del alumbrado público, cruzando avenidas y
calles perdidas, como inventando ciudades y a sus habitantes.
Al llegar, a la casa, frente a la puerta, sentí el zumbido de la realidad que me descoloco en las persianas semis abiertas mirándome desde adentro, y se abrió sin darme cuenta, cuando veo a Soledad, decir, - Te llame, y no respondiste, como siempre.
Con las manos en la cintura y vestida con el camisón azul con flores amarillas, solía ocurrirme que la imaginaba en medio de un circo haciendo piruetas para viejos verdes, que tiraban billetes de 10 mil guaraníes en busca de su satisfacción visual.
Respondía generalmente con paciencia y de un tono de voz amable y sumisa.
Al llegar, a la casa, frente a la puerta, sentí el zumbido de la realidad que me descoloco en las persianas semis abiertas mirándome desde adentro, y se abrió sin darme cuenta, cuando veo a Soledad, decir, - Te llame, y no respondiste, como siempre.
Con las manos en la cintura y vestida con el camisón azul con flores amarillas, solía ocurrirme que la imaginaba en medio de un circo haciendo piruetas para viejos verdes, que tiraban billetes de 10 mil guaraníes en busca de su satisfacción visual.
Respondía generalmente con paciencia y de un tono de voz amable y sumisa.
-Es que venía en el micro 23 y no escuche, mi
vida
-Esta bien mi sol, confesaba con complacencia.
Sin contenido sin alma, sin ruido. Solía seguir prontamente con un beso lleno de pasión más que de amor, ella sabía que en noches como esas convertíamos el dormitorio en un campo de batalla, en una lucha de a dos, sin tregua y sin descanso, en mano a mano sin ellas, convirtiendo la cama en el ring principal, pero no en el único. Creo que por ello nunca me ha puesto entre la espada y la pared con respecto a esa rara manía que tenia de desaparecer ese tiempo. Quizás estaba satisfecha corporalmente más que emotivamente, quizás estaba como yo, y ella también tenía sus momentos de disolución de esta relación intrépida y sensualmente feliz por fuera. No es que no la quería, la admiraba, era hermosa y una buena madre de clase media, pero no satisfacía las inquietudes de mi corazón, si lo hacía en la cama.
Generalmente después de hacer el amor con Soledad, nombre del cual su madre se había arraigado después de haber tenido una decepción amorosa en la década de los 70 cuando el auge de los hippie y el boggie andaban correteando a escondidas por las calles de la Asunción “de naranjos y flores”, de caperucitas rojas y grupos esporádicos de comunistas leninistas. Comía, si, el hambre era una de esos placeres post-orgásmicos que tenia, eran varios pero este era como el de más intensidad. Me sentaba sobre el mueble de la cocina viéndola prepararme algún que otro sándwich de tomate y queso con la camisa azul marino que había usado en mis horas laborales que tiernamente fue transmitida hasta ella para que los vecinos no notasen las pecas de sus senos, su piel irradiaba la suavidad como hecha de seda y tulipanes rosados escondidos celosamente en jardines occidentales, con sus cabellos húmedos caídos hacia la frente, se veía tan sensual, tan mujer.
Retuvimos mucho la transmisión del calor de nuestros cuerpos así que el frió ya no luchaba en adentrarse en nuestras médulas. Compartíamos ese momento mientras ella tomaba un vaso de agua de la canilla, mirándome, hablándome con los ojos, llenos de deleite. Sabíamos que todo se reduce a unas horas a un poco de pan, a la luz que ensucia el amanecer en el secreto del silencio que envuelve las escasas razones, los pequeños infiernos. Los días eran recurrentes a veces, jugábamos a ser una familia sub. Urbana en meriendas y cenas con amigos y sus parejas correspondientes, vaya, que eran cenas, donde dominaban mas vinos y cervezas de diferentes marcas, nacionales e internacionales que comida, terminando peleando y deseando a la mujer del otro. Gracias a la apertura de los sentidos por medio del alcohol.
-Esta bien mi sol, confesaba con complacencia.
Sin contenido sin alma, sin ruido. Solía seguir prontamente con un beso lleno de pasión más que de amor, ella sabía que en noches como esas convertíamos el dormitorio en un campo de batalla, en una lucha de a dos, sin tregua y sin descanso, en mano a mano sin ellas, convirtiendo la cama en el ring principal, pero no en el único. Creo que por ello nunca me ha puesto entre la espada y la pared con respecto a esa rara manía que tenia de desaparecer ese tiempo. Quizás estaba satisfecha corporalmente más que emotivamente, quizás estaba como yo, y ella también tenía sus momentos de disolución de esta relación intrépida y sensualmente feliz por fuera. No es que no la quería, la admiraba, era hermosa y una buena madre de clase media, pero no satisfacía las inquietudes de mi corazón, si lo hacía en la cama.
Generalmente después de hacer el amor con Soledad, nombre del cual su madre se había arraigado después de haber tenido una decepción amorosa en la década de los 70 cuando el auge de los hippie y el boggie andaban correteando a escondidas por las calles de la Asunción “de naranjos y flores”, de caperucitas rojas y grupos esporádicos de comunistas leninistas. Comía, si, el hambre era una de esos placeres post-orgásmicos que tenia, eran varios pero este era como el de más intensidad. Me sentaba sobre el mueble de la cocina viéndola prepararme algún que otro sándwich de tomate y queso con la camisa azul marino que había usado en mis horas laborales que tiernamente fue transmitida hasta ella para que los vecinos no notasen las pecas de sus senos, su piel irradiaba la suavidad como hecha de seda y tulipanes rosados escondidos celosamente en jardines occidentales, con sus cabellos húmedos caídos hacia la frente, se veía tan sensual, tan mujer.
Retuvimos mucho la transmisión del calor de nuestros cuerpos así que el frió ya no luchaba en adentrarse en nuestras médulas. Compartíamos ese momento mientras ella tomaba un vaso de agua de la canilla, mirándome, hablándome con los ojos, llenos de deleite. Sabíamos que todo se reduce a unas horas a un poco de pan, a la luz que ensucia el amanecer en el secreto del silencio que envuelve las escasas razones, los pequeños infiernos. Los días eran recurrentes a veces, jugábamos a ser una familia sub. Urbana en meriendas y cenas con amigos y sus parejas correspondientes, vaya, que eran cenas, donde dominaban mas vinos y cervezas de diferentes marcas, nacionales e internacionales que comida, terminando peleando y deseando a la mujer del otro. Gracias a la apertura de los sentidos por medio del alcohol.
Ahora bien, retornando a lo hermoso, el rostro de María era la que dominaba todo el
circuito de mi mente, a pesar de esos momentos de ensayo de familia en una
escenografita compuesta y casi sofisticada. Los fines de semana eran eternos,
no sucedía como ocurre con muchos paisanos míos citadinos, que lo único que
deseaban era que el fin de semana se prolongue aun mas para reforzar los
instintos carnales y viciosos, a veces en el afán de reposar por un rato mas y
despertarse a las 12 del medio día para frenar lo cotidiano, lo robótico, yo
deseaba adentrarme a un vulgar lunes y saber que de allí en más tendría mis
encuentros clandestinos durante 4 días más con ella. Ansiaba el mar de micros y
personas sudorosas que aromatizaban el ambiente en un javorai (mezcla en el
idioma guaraní) de perfumes falsificados y a cuerpo. Sabia aun que el
sentimiento que me ubicaba junto a ella era solo el hecho de pensar en ella, y
que nunca, el destino nos uniría en aquel paseo por la playa paradisiaca del
Pacifico. Quizás en algún momento fuimos uno, pero no era suficiente mis
reverencias hacia ella para seguirla y hacerla volar, pensaba en momentos de
ira y cuando no la encontraba.
PARTE III
La imagen retumba en el interior silencioso
del alma y de la Librería, los oídos parecen comprimirse hacia las paredes
donde posa el alma y Cortázar, rasgan las virtudes de los dioses que posan
sobre la mesa de luz de noche vestida de mesa de Lectura, de la habitación que
posee una ventana vacía a la bahía de Asunción, que era la sala de Novelas,
donde la luna acaricia con desengaño al agua quieta del verano Rio, aun
sometido al retumbante sonido de la noche posterior a esta locura, aun sumiso
al olor de ella en mis arenales de nostalgia, nostalgia inútil que se
transforma en ira, y la ira se transforma en un juego, donde al azar, va
eliminando jugadores arrancándoles partes de sus miembros imaginarios y
convirtiéndose en dragones chinos asesinos. Era la Librería sin dudas el lugar
de nacimiento, La imagen de una madre
que vira mirándote mientras paseas por el departamento de Ventas contando las baldosas y buscando detalles
constructivos, de arista a arista yendo a algún que otro encuentro clandestino,
una sociedad de altos niveles de estradiol, de fugases intereses mediáticos y
una infinidad de toneladas de mediocridad cibernética, mientras dos chicos sentados
en el área de lectura dejan los libros mientras sonríen frente a sus Smartphone
y consumen el Wifi Gratis, son de tribus inventadas para sofocar las ataduras
constantes de los nostálgicos como yo. Toc, toc, escucho retumbar la madera
mientras me sofoco en los pasillos, el eco se incrusto en mi cabeza como si me
pegasen con un matillo de ideas, de colores bonitos y formas fantásticas que se
deforman como las palabras, María, parada frente a mí a 30 cm de distancia, su
puño cerrado rojizo en los nudos después de
golpear la madera Caoba, su voz, aquella voz
-Hola, ¿ puedo ayudarlo?
La mire como de reojo, con desconfianza, buscando el lado de la
broma, se me erizo la piel y mis pupilas se inyectaron con lagrimas
humedecidas que pedían salir, que
emoción carajo, me dije a mí mismo, la dirección del viento de su hola me
convoco todas mis sensaciones, ella y yo, juntos en palabras, bajo el mismo
metro cuadrado.
Di media vuelta y al vacio fui.
De seguro me recuerda en sus horas de morriña falsa, de noches
donde buscan un trocito de mi alma, pensé al cerrar la puerta vidrio de la Librería.
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